jueves, 9 de agosto de 2007

Jekyll.


Entre los monstruos "clásicos" del cine de terror, el que menos despertó mi juvenil entusiasmo fue el Dr. Jekyll y su temible contraparte, el Sr. Hyde. Cuando vi la aclamada película de 1931, dirigida por Rouben Mamoulian y, más tarde, cuando leí el libro de Robert Louis Stevenson, me pareció una interesante metáfora de la adicción, que hábilmente abordaba temas difíciles sin romper el buen gusto reinante en la época victoriana. Y todas las demás adaptaciones de la famosa novela me produjeron igual pereza, desde la sobria The Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde, de 1968, hasta la bien intencionada pero fallida Mary Reilly, de 1996.

Por eso no tenía mucho interés en la miniserie británica Jekyll. Pero cuando me enteré de que el brillante guionista Stephen Moffat sería su creador y productor ejecutivo, no pude resistirme, ya que Moffat me sorprendió hace unos años (junto con miles de fieles seguidores) con el excelente sitcom Coupling, producido por la BBC como supuesta competencia de la serie norteamericana Friends. Pero bajo la guía de Moffat logró trascender su tímida intención y sus magros recursos, convirtiéndose rápidamente en una serie de culto repleta de inteligente humor y bizantinos argumentos, empleando un bien conocido esquema con inusual profundidad y detalle: las relaciones románticas y amistosas entre un grupo de adultos jóvenes que pasaban su tiempo en un "pub", comentando sus aventuras y quejándose de sus respectivas parejas. Nada nuevo conceptualmente... pero la maestra pluma de Moffat elevó el burdo cliché a insospechadas alturas con su combinación de acertadas observaciones, interesantes personajes y creativas maneras de estructurar los pocos episodios que duró la serie.

Más aún, Moffat también escribió un par de guiones para la nueva encarnación de Dr. Who, que rivalizaron en calidad a los de Russell T. Davis, el arquitecto del triunfal renacimiento de esa veterana serie (e, incidentalmente, se comenta que Moffat es el principal candidato para reemplazar a Davis cuando se retire del programa a mediados del 2008).

Entonces, con esa intranquila sensación que da el fanatismo ("Debe ser buena pero, ¿qué tal si no lo es?") me senté a ver el primer episodio de la miniserie (de seis horas de duración total). Sobra decir que Moffat me volvió a sorprender.

Modernizando el mito de manera creíble y a la vez ambigua, la trama nos introduce al protagonista, Tom Jackman (James Nesbitt), en mitad de una inusual situación... Jackman cambia frecuentemente de personalidad, y emplea una grabadora digital para comunicarse con su "otro yo", un individuo cruel y brutal, propenso a los vicios y a la violencia. Pero, en aras de su felicidad y de la seguridad de su familia, Jackman ha llegado a un acuerdo con su alter-ego: no matar a nadie y no causar escándalos, o Jackman mismo se entregará a la policía... aunque estrictamente no haya sido él quien cometiera los delitos. Por su parte, "Hyde" exige que Jackman no busque una cura para su condición, o de otro modo pondrá una bala en su cabeza, terminando la existencia de ambos individuos.

Pero Jackman tiene un plan, que implica la contratación de una asistente. Y así conocemos a Katherine Reimer (Michelle Ryan, quien por cierto será la nueva Jamie Sommers en el re-make televisivo de The Bionic Woman), estudiante de psicología ansiosa de participar en un experimento con una genuina doble personalidad. Pero, claro, las cosas no son tan simples, y cuando la joven presencia la transformación de Jackman a su violenta contraparte, descubre que no es un simple caso de doble personalidad, sino algo mucho más siniestro e inexplicable.

Tan sólo el primer par de episodios ofrece más sorpresas y giros inesperados que una temporada de Lost. Jackman fue abandonado de niño en una estación de trenes, y su búsqueda de algún familiar real da como resultado algo aún más extraño e inexplicable. Además, un equipo de mercenarios norteamericanos anda tras la pista de Jackman... o, mejor dicho, de "Hyde", quien trata de hacer amistad con la familia de su alter-ego, pues está empezando a predominar sobre el control del cuerpo que comparte con Jackman...

Suena complicado y lo es... pero Stephen Moffat emplea su acostumbrada elegancia e ingenio para combinar las piezas de este rompecabezas en un todo tenso, claro y asimilable. Honestamente ignoro hacia dónde irá la trama, pero puedo suponer que evitará los clichés a los que estamos acostumbrados en los thrillers norteamericanos.

Quizás la serie tiene algunas fallas (en su faceta violenta, Nesbitt tiende a exagerar un poco), pero el brillante elenco y el perfecto guión de Stephen Moffat se encargan de estabilizar la balanza, convirtiendo a Jekyll en una de las mejores experiencias televisivas que he tenido en mucho tiempo. BBCAmerica.com ofreció el primer episodio en forma gratuita, pero creo que ya terminó la promoción; sin embargo, estoy seguro de que la serie pronto encontrará su camino en los canales culturales de la televisión por cable. Espero que sea pronto, pues no puedo esperar para ver la conclusión.

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